Holix!! Hoy se me ocurrió esta pequeña historia. Es la parte uno, ¡léanla!
Me dio mucho miedo
que esos niños tan raros nos estuvieran mirando desde los arbustos. Pero mi
hermanita pensaba muy diferente: “¡Vengan a jugar con nosotras! ¡El agua está
bien rica, no mordemos!”. Se puso a gritar como loca.
Un viento bajó de
las montañas y alborotó a los árboles y a nuestros cabellos. Los niños
alborotaron los arbustos y salieron de ahí con hojas encima, y sin ropa. No me
espanté porque muchos niños del pueblo suelen nadar desnudos en el río… las que
me espantaron fueron sus caras. Sus narices grandes y con granos, arrugas y
cabellos grises. Eran unos niños realmente feos y su piel era gris, como si
hubieran estado jugando en la tierra y no se hubieran bañado en mucho tiempo.
Todo eso no pareció molestarle en absoluto a Érica, que lo único en lo que
pensaba era en jugar.
Se quedaron parados
en la otra orilla, viéndonos con sus ojos enormes y negros. Estaban muy
saltones, ¡Guácala! Érica tomo un poco de agua en sus manos y le lanzó apenas
unas gotas. Pude ver cómo sus ojos se encendían como fuego por un segundo, y me
dio aún más miedo. Esos niños podrían ser extraterrestres o estar enfermos de
algo muy feo, no lo sabía, pero no quería averiguarlo. La jalé hacia mí
rápidamente y me disculpé por ella: “Discúlpenla, a veces es muy traviesa.
Quédense, nosotras ya nos íbamos…” Y de pronto ¡Zaz! Una lluvia gotitas me callaron
la boca. Parecía que, nada más de haberme aventado agua, se les había pasado el
coraje. Mi hermana y yo nos defendimos, fue una batalla intensa y muy
divertida. Después de unos minutos de carcajadas y gritos, la batalla de agua
acabó con nosotras. Quizá, después de todo, esos niños raros no eran malos.
Escuché el grito de
mi mamá, seguro que venía por la vereda para llevarnos a comer o a ponernos
bloqueador solar. Me volví y le grité: “¡Ya vamos!”, y cuando volví a girar,
los niños ya no estaban ahí. “¿Qué pasó? ¿Y los niños?” le pregunté confundida
a mi hermana, que sostenía una pequeña concha en la mano. “Ya se fueron, dicen
que van a volver mañana y que viven aquí cerca”, dijo mi hermanita. Mi mamá
llegó con toallas y nos fuimos a casa de la abuela, a comer algo que de seguro
iba a estar delicioso. Mi abuela es la mejor cocinera del mundo.
Llegamos a la casa
de mi abuelita y nos fuimos a cambiar la ropa mojada. ¡Cuando salimos ahí
estaba mi tío Nacho! Él me cae muy bien porque siempre tiene historias muy
interesantes que contarnos, y hasta sabe trucos de magia. A veces no sé si lo
que nos cuenta es de verdad o nos dice inventos, pero no importa porque son
cuentos muy entretenidos. “¡Cuéntanos algo!” Le rogamos Érica y yo, a coro. Nos
dijo que sí, pero que primero teníamos que lavarnos las manos y sentarnos a la
mesa. Y así lo hicimos. Ya sentados en la mesa y después de dar gracias a Dios
y a la abuela por la comida, disfrutamos de los tamales más ricos del universo.
Y mi tío debió haberse inspirado, porque nos comenzó a contar:
“Una vez yo casi me
muero, ¿Ya les conté eso? Fue cuando me robaron el alma, y como uno no puede vivir
sin su alma, se enferma y se muere…” Dijo, totalmente convencido de lo que
hablaba.
“¡Eso no es cierto!”
Le dije entre risas. Entonces él me miró gravemente y me dijo: “¡Claro que es
cierto! Puedes preguntarle a tu tía. Si no me creen, pues no me crean, pero es
algo que de verdad me pasó, por andar solo en el monte. Todo comenzó porque un
día tomé un atajo para venir acá, cruzando el monte de aquí enfrente por lo
seguir el camino, que le da la vuelta.” Y señaló el monte por la ventana. “Pensé
que sería más rápido, pero pronto comencé a sentirme muy cansado. La subida es
muy difícil y tuve mucha sed. Escuché un sonido como de agua corriendo, y fui
siguiendo el sonido, y encontré un ojito de agua y un arrollito. Entonces me
acerqué y dos chaneques salieron de unos arbustos que estaban al otro lado del
arrollo…” dijo, pero mi hermana lo interrumpió preguntando qué eran los
chaneques. “Los chaneques son,” dijo, “unos espíritus traviesos que viven en el
monte. Protegen los ojos de agua, los arrollos, los ríos y los lagos porque
ellos viven ahí y no les gusta que los humanos echen basura ni que maltraten
sus árboles ni sus jardines. Cuando se enojan contigo, se roban tu alma y se la
llevan a su casa. La ponen en una olla y después de un tiempo, se la comen. Eso
fue lo que me pasó, pero un curandero muy bueno me ayudó y aquí sigo.”
Tuve miedo durante
un segundo, y un delicioso bocado de tamal de mole me bajó por la garganta como
si estuviera comiéndome un nopal con todo y espinas. “¿Y cómo son los
chaneques?” Preguntó mi hermanita antes de que yo pudiera hacerlo. Mi tío
frunció el ceño y le dijo: “Son como… ¿Cómo te diré? Como niños, más o menos de
tu estatura, Eri. Pero tienen una cabeza grande, como de yucateco. Y la cara la
tienen como yo, arrugada. Sus narices son grandes, igual que sus orejas. ¡Y sus
ojos son enormes! Son tan grandes que pueden ver el futuro y hasta darte buena
suerte si les caes bien.”
Con eso, de plano
ya no pude terminarme mi tamal. “¡Tío! ¡Nosotras vimos a unos chaneques hoy!
¡Así, como dices, hace rato en el río!” Le dije, y sentía que se me salía el
corazón por la boca.
Me encanta este artículo, los "alux`s" son muy conocidos en la península.
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