No sé los demás, pero a mí no me agrada nada, pero nada, que
la gente me toque mi cuerpecito bello. Ni que fuéramos qué cosa. ¿Con qué
derecho se sienten para venir a tocarme la panza?
Yo me quito, les doy de manazos, reculo, los miro feo, hago lo que sea, pero que no me manoseen. Que porque estoy embarazada y les da curiosidad.
Yo me quito, les doy de manazos, reculo, los miro feo, hago lo que sea, pero que no me manoseen. Que porque estoy embarazada y les da curiosidad.
“Y si me dan curiosidad tus lonjas, ¿eso me da derecho a
tocarlas?” le pregunté en un tono grave a un hombre, un conocido. Ni siquiera
lo considero mi amigo, pero él ya se sentía con derecho de ponerme sus manos
encima. “Pues no, pero es que estás embarazada…” me enfadé tanto… es la excusa
más tonta. Me dieron ganas de decirle “¡pues tú estás gordo!”, pero me contuve.
“Y los calvos están pelones, y me da curiosidad, pero no voy por el mundo tocando las calvas de la gente.
No se manosea a una mujer, embarazada, o soltera, o casada, o como esté. Se
pide permiso, sé un caballero. Ahora pide perdón y vete.” Creo que pensó que era broma, porque puso una
sonrisita de “estoy a punto de soltar una carcajada”, pero ahí estaba yo: una
señora chiquita, chaparrita y menuda, con una panzota por la mitad y las manos
en mi difunta/desaparecida cintura. Mi mirada de seriedad, encendida por el
enojo que me invade cuando me tocan sin permiso. Estaba hablando en serio.
Suelo hablar en serio, no sé por qué se tardan tanto en captarlo. Pidió perdón
tartamudeando y se fue. Cuando lo volví a encontrar, me preguntó si podía
tocarme. Y le dije que no. Y así de fácil, se fue y me dejó en santísima paz.
Y como ésta, hay muchas historias más. Yo no me dejo tocar
sólo porque estoy embarazada, o les da curiosidad, o qué sé yo. Si no soy el
museo del papalote para tocar, jugar y aprender. Como diría doña Florinda, que
vayan a tocarle la panza a su abuela. Luego dicen que no dejarme manosear es
malo, que me va a dar ojo, que hasta
puedo abortar. ¡Patrañas! En serio, hay un espacio vital y personal que uno
debe de proteger. Y es que hay gente que no me cae y ya, y otra que me cae muy
bien. Y no me gusta saludar a la gente con barbas que piquen como chayote o a los que les huele feo
la boca. Y no me gusta que me manoseen en ningún lado, ni en la panza. FIN.
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